La noche del viernes 2 de febrero, los sanpedreños llevaron a cabo su tradicional calenda nocturna, la cual inició en el atrio del templo católico. Niñas y mujeres luciendo la vestimenta típica de la comunidad, portando coloridas canastas de flores y pirotecnia, danzaban al ritmo de las bandas filarmónicas. Este año, las bandas de San Miguel Talea de Castro, Santo Domingo Tepuxtepec y Santiago Camotlán fueron invitadas. La calenda continuó su recorrido por las principales calles, con paradas en las cuales familias voluntarias obsequiaban dulces, utensilios y rebozos a los asistentes, quienes disfrutaban de los jarabes regionales y degustaban el mezcal zoochileño o yalalteco.

Por la tarde del día de vísperas, tras la conclusión de los eventos deportivos, la presentación de la Banda de Música del Estado y las bandas locales y visitantes animaron aún más los ánimos. Al caer la noche, la población se congregó de nuevo en el atrio de la iglesia para presenciar la quema de los toritos pirotécnicos, mientras que el día culminó con un baile serrano en la explanada municipal.

En el día principal, la alborada fue anunciada con las mañanitas tradicionales en el templo católico, interpretadas por las bandas filarmónicas. Numerosos visitantes, incluyendo comerciantes de otras comunidades, acudieron para ofrecer sus productos, como mezcal, textiles, objetos de barro, palma, ixtle y pozontle, entre otros. Alrededor del mediodía, tanto locales como visitantes se congregaron en la casa de la familia que donaría los artículos para la regada de trastes y dulces, y también para "traer" a los payasos que amenizarían algunas actividades de la comunidad. Durante un recorrido por varias calles, el contingente, acompañado por las bandas, se dirigió a la iglesia y luego al centro de la población, donde los payasos comenzaron a repartir mezcal entre los presentes.

Entre sones y jarabes, los participantes iniciaron la regada de trastes y dulces: frutas, vasos, platos, bolsas y dulces volaban por el aire mientras la gente se divertía entre risas tratando de atrapar algún objeto.

De esta manera, los sanpedreños una vez más demostraron el arraigo y la vivacidad de sus tradiciones.