Fue el 9 de septiembre cuando se realizó la convivencia, comenzando con la comida de la hermandad, en la que las delegaciones invitadas disfrutaron de la música y bailaron para calentar los ánimos. Tras concluir y cerca de las 6 de la tarde, las delegaciones y demás personalidades salieron del palacio municipal y se acercaron a un costado del templo católico en donde se preparó el escenario para vivir la Guelaguetza.

   La presentación fue abierta por la delegación infantil del jarabe ejuteco, que cautivaron con sus ágiles pasos, las chinas oaxaqueñas de Genoveva Medina entraron al ritmo de llevame oaxaqueña y por su puesto, bailaron el jarabe del valle. La noche cayó y fue el turno de presenciar el palomo miahuateco, que la delegación de Miahuatlán de Porfirio Díaz, de la Sierra Sur, ofreció a los presentes. Se presentaron, también, los sones y chilenas de Santa Catarina Juquila, que como siempre, logran enamorar a quien es testigo de tan bello baile.

De los Valles Centrales se presentó la Villa de Zaachila y su danza de la pluma, mujeres y hombres con pasos tan singulares que parecían tocar el cielo. No pudo faltar el insuperable jarabe mixteco, que se acompañó del himno de los huajuapeños y por supuesto, de los aplausos de los cientos de presentes. El sabor costeño llegó desde Pinotepa Nacional, con pañuelos al aire y pícaros versos, hicieron sonrojar a más de un asistente a esta gran fiesta oaxaqueña. Medio viaje fue subir y medio baje fue bajar, pero si llegaron, Tuxtepec estuvo presente con la siempre esperada flor de piña, baile que obsequió a los más afortunados la deliciosa fruta traída desde la cuenca del Papaloapan.

   Para cerrar con broche de oro, se presentó la delegación anfitriona, Ejutla de Crespo, que al ritmo del jarabe ejuteco mostró el orgullo de la tierra del mezcal y la salchicha. Posteriormente, las delegaciones convivieron en la cena en donde se ofreció la gastronomía tradicional de la ciudad.