Historia de Oaxaca: La Noche de Rábanos de Antaño en 1883

“LA NOCHE DE LOS RÁBANOS DE ANTAÑO”
23 de diciembre de 1882
Por Guillermo Rangel Rojas

En medio y a los extremos de las calles se ven encajados en las aceras, férreos “pies de gallos” de donde cuelgan faroles cuya luz intermitente y temblorosa, es producida por un rudimentario depósito de petróleo, pues debemos advertir que los habitantes están de plácemes, porque se ha inaugurado el alumbrado público de petróleo que ha remplazado al del aceite de higuerilla.

Los encendedores o serenos, que caminan con sus quejumbrosas escaleras al hombro y con el farolillo a la diestra, vigilan en el crucero de las calles, desde donde con voz gutural anuncian al vecindario: “Las nueve de la noche y el tiempo es lluvioso” si es que a esa hora el cielo derramaba sus jornadas sobre la patriarcal Antequera. “Son las diez y el tiempo es nublado” si a esa hora el cielo estaba bituminoso y envuelto en aguas. Pero la noche a la que hacemos referencia es la memorable “Noche de los Rábanos”, la noche está tranquila y solamente sopla un frío glacial.

Lo original de aquel mercado era que no dependía del ayuntamiento como en nuestros días; sino que estaba arrendado por una respetable señora llamada Josefa Castellanos, mamá que fue de los señores Maqueo Castellanos, hoy inteligentes profesionistas. Esta señora se encargaba del cobro de los impuestos y demás rentas que producía el mercado, el cual lo tomaba arrendado por la insignificante cantidad de mil pesos anuales.

Esta noche era deliciosa , pues las vendedoras de verduras vestidas de chillantes colores y costosos guardapelos en donde se escondía, las más de las veces el retrato del ser amado, tenían sus puestos donde solamente se vendían rábanos de gigantescas dimensiones, pues con anterioridad eran cultivados exprofeso para esta noche.

Y todos asistían a aquel local en esta noche de Mercado y de aquí precisamente el origen de la “Noche de los Rábanos” que sólo entre nosotros se celebra, nuestros abuelos, paralizaban toda labor el 24, natalicio en todo el mundo del Mesías y adelantaban sus compras desde el día 23 en la noche, llegándose en algunos hogares, hasta adelantar los trabajos domésticos para que la servidumbre no infringiera el infantil mandamiento de trabajar en día de fiesta. ¡Cuántas y cuán amorosas añoranzas despertarán en nuestros buenos viejos estos recuerdos! Lo mejor de nuestra sociedad despartía cordialmente con las demás clases sociales en el mercado. Descolaban por sus virtudes y por su belleza la familia Guergué, Larrañaga, Larrazábal, Guadalupe y Consuelo Miranda que era esta última objeto de los más delicados poemas que le dedicaban los poetas de su época. 

Matilde Prieto, de quién se dice no se ha vuelto a ver mujer de asombrosas cualidades físicas, pues se asegura que por ella se volvieron locos algunos caballeros y otros que sostuvieron duelos que las más de las veces eran a muerte y cómo éstas, había muchas otras con el polar donaire y la regional belleza de las oaxaqueñas.

Y en estas deliciosas veladas al aire libre, al cobijo de las luminarias o “Negritos”, como le llamaban que también servían para alumbrarse en los puestos del mercado, se compraban el rábano representando toscas figuras, la liza flácida y preñada de sal, la verde lechuga y el escarlata betabel a la par que se comía el almibarado turrón o el sutil buñuelo coloreado, cuál las mejillas de una mecanógrafa de nuestros días.

A las once de la noche todo el mundo estaba en casa. Nadie debía quedar en la calle puesto que era de gente bien nacida recibir sobre la almohada, el dulce beso de la madre que era como la mano que debía cerrar con llave nuestros ojos; entretanto, la voz angustiosa y gutural del Sereno, repetía a lo lejos con incontrolable tristeza; Las once de la noche y el tiempo está tranquilo.




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