María Estela Ruíz Velázquez: Ninguna mujer ha estado en manos de tantos caballeros como yo

MARÍA ESTELA RUÍZ VELÁZQUEZ (1911-2004)
“NINGUNA MUJER HA ESTADO EN MANOS DE TANTOS CABALLEROS COMO YO.”

Santa María Jalapa del Marqués, pueblo que data de 1580 y cuyo nombre original Yuuchi, significa “arena”, “tierra quieta” o “lugar arenoso” existió aún antes de esa fecha, la cual corresponde al inicio de su construcción de su iglesia. Según el presbítero José Antonio Gay esta localidad fue fundada entre 1496-1497; es decir; hace más de 500 años.

También se afirma que, en 1522, la expedición de don Pedro de Alvarado rumbo a Guatemala pasó por este lugar, localizado en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, a 220 kilómetros de la capital de la entidad, Oaxaca de Juárez.

Sus habitantes, primordialmente zapotecas, conservan sus tradiciones, como las fiestas patronales que se llevan a cabo, del 18 al 21 de enero, en honor a San Sebastián de las Flores o Mártir y, del 13 al 16 de agosto, cuando se celebra la fiesta de la Asunción.

Entre sus festejos populares también sobresalen mayordomías, paseo de flores, “regada de frutas”, bailes diversos y fuegos pirotécnicos, todo ello seguido por carretas adornadas y, como marco, se instalan las enramadas, con techos de palma y olorosas flores de coyul colgantes, las cuales brindan sombra, frescura y perfume.

Son famosas sus mujeres por la tradición de bailar entre ellas mismas, la música de sones, semejando en su cadencia un jardín de flores en movimiento. Cuando los sones se bailan en pareja se asemeja la imagen de un próximo apareamiento de pichones, donde la hembra se muestra altiva y el macho le zapatea con energía hasta lograr que ella caiga rendida a sus reclamos de amor.

La gastronomía del lugar es variada, incluye principalmente platillos con carne de venado, iguana, armadillo, adobo de res y barbacoa de chivo. Así mismo se acostumbra comer mojarras y langostinos, preparados en sus diversas modalidades. Todo es cocinado en hornos de barro, en los que también se preparan una gran variedad de dulces.

El pueblo ocupa un valle fértil, bañado por los ríos Tehuantepec y Tequisistlán, por lo que en el pasado su principal actividad era agrícola. Para el aprovechamiento de su potencial hidráulico se construyó la presa Benito Juárez, la cual inundó con su volumen el casco original de sus edificaciones y obligó, hace poco más de 49 años, a la mudanza de su población, en busca de un nuevo espacio, con una adecuada traza para sus calles y construcciones. Desde la presa, cuando baja el nivel del agua, se puede visualizar la parte superior del templo, los caseríos y el palacio de gobierno.

En la antigua Jalapa del Marqués antes de la construcción de la presa, en una solariega casa de adobe, con un gran patio lleno de hermosas plantas y flores nació el 10 de diciembre María Estela Ruiz Velázquez. Sus padres fueron Paulino Ruiz Cruz y Enriqueta Velázquez, quienes procedían de familias de arraigadas tradiciones. Ambos procrearon 10 hijos, cinco hombres y cinco mujeres, mismos que se llevaron consigo al trasladarse a vivir a la ciudad de México.

Según la profesora Ruiz, su padre era un idealista y ávido de cultura, así como un aguerrido revolucionario y partidario de Francisco I. Madero. Por ello partió con la familia a la ciudad de México, para que los hijos recibieran una buena educación, pues él consideraba que ese había uno de los ideales de la Revolución Mexicana, por el que había luchado al participar en ésta. Por otra parte, su abuelo materno fue ahijado de don Porfirio Díaz.

A pesar de haberse ido a vivir a la capital del país, mantuvieron estrecho contacto con su terruño, conservaron su gran casa en el pueblo, así como los terrenos de cultivo que poseían, los cuales son productivos hasta la fecha.

Así, en la capital del país radicaron Estela y sus hermanos Bolívar, Romeo, Rolando, Raziel, Homero, Elvia, Flérida, Delia y Emma. Estela se convirtió en maestra de Educación Física. Su vida profesional se inició al cumplir su práctica social, por indicaciones de sus maestros Gonzalo Meza y Cué Cánobas, en el primer internado de señoritas indígenas, “La Casa del Estudiante Indígena”, ubicado en las calles de Melchor Ocampo, antes Calzada de la Verónica, en la metrópoli. Su primera experiencia laboral la marcó, pues ahí nació su vocación de servicio por la gente desposeída.

En la ciudad de México la familia Ruiz Velázquez vivió algún tiempo en las calles de Tigre y Elefante, en el pueblo de Actípan, hoy colonial del Valle. El último domicilio de doña Estela se ubicó por el rumbo de Xochimilco, donde vivió con su hermana Delia. Ambas ordenaron la construcción de la casa, a la cual se fueron a vivir en 1969. Un tiempo pudieron compartir la residencia con sus padres, en una casa cómoda y con enorme jardín tropical, que pudiera competir con cualquier jardín botánico, por la variedad de árboles, plantas y flores que cultivaron.

En el año 1936, el entonces Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas, bajo el lema “México para los mexicanos”, llevó a cabo la política de nacionalizar los recursos del país siendo el más importante el petróleo. A la vez, el General Cárdenas, se ocupó de proteger a los pueblos indígenas e impulsó la reforma agraria, combatió el latifundismo y estableció una enseñanza pública laica, gratuita y obligatoria. Con esta directriz, promovió la dirección de las imágenes de los billetes mexicanos, con ilustraciones propias del país.

La última emisión del papel moneda hecha por la American Bank Norte Company, de New York, para el Banco de México, fue en 1969. En ese año, siendo secretario de Hacienda Alberto J. Pani, se fundó la fábrica mexicana que se encargaría, a partir de entonces, de la producción de los billetes.

Los billetes que por primera vez se fabricaron en México, fueron de nueve denominaciones: uno, cinco, diez, veinte, cincuenta, cien, quinientos, mil y diez mil pesos. Fue la edición de mayor duración ya que fue lanzada a la circulación en 1937 y desmonetizada hasta el año 1987.

La historia de cómo fue seleccionada la fotografía de Estela Ruiz Velázquez para el billete de diez pesos, así como otros pasajes de su interesante vida, las contó la propia Estela en diversas ocasiones. Atendamos aquí su relato en la entrevista telefónica que le fue hecha por el Señor César Rojas Petris para la revista “Da'ani Béedxe” (cerro del tigre), que se editó en la ciudad de Tehuantepec, en marzo de 2003, un año antes de su fallecimiento.

Siendo el Señor Presidente General Lázaro Cárdenas un admirador de la belleza mexicana, giró instrucciones a su fotógrafo de apellido García para que presentara fotografías de diferentes estados de la República y sobre varios temas. En esta forma llegó a sus manos, entre otras, mi fotografía: al verla exclamó ¡Qué bello rostro de mujer mexicana! Su expresión fue espontánea y, desde ese instante, le gustó mi foto para uno de los billetes.

Lamentablemente algunos funcionarios de alto nivel entre los que figuraba mi paisano don Enrique Lickens, director de Pensiones de aquel momento, propuso que se hiciera una selección entre más participantes de la región del Istmo, evitando así favoritismos.
Se organizó un baile en el legendario y mundialmente famoso Frontón México. Las concursantes eran todas del Istmo, vestidas con el traje de Tehuana, de ahí partió la selección y, por cosas curiosas, quedamos mis hermanas Elvia, Flérida y yo entre las cinco finalistas, quienes fuimos enviadas al fotógrafo de la dirección de Pensiones, el señor Ortiz, para ser presentadas a la Casa de Moneda de México para la selección final y todos, por unanimidad, se decidieron por la mía.

Siendo Presidente el General Manuel Ávila Camacho, estando yo trabajando con comunidades campesinas en estado de Morelos, asistió en compañía de la señora Soledad Orozco de Ávila Camacho a la inauguración de una escuela en la que prestaba mis servicios, quedando muy impresionados y satisfechos por los festejos que se habían realizado, ya que presenté una mayordomía. La sensible señora, originaria del estado de Jalisco, Soledad Orozco de Ávila Camacho, preguntó por la autora de los trabajos realizados y se sorprendió de verme vestida de la misma manera que las alumnas campesinas del lugar, confundiéndome con una más de ellas. Esto la emocionó más, por lo cual fui invitada a la casa Presidencial; una vez ahí el señor presidente Ávila Camacho me preguntó, qué era lo que más deseaba. Yo le contesté, señor presidente usted es militar y sabe lo que desea llegar a ser un soldado raso; él me contestó que la aspiración de un soldado es llegar al máximo grado dentro de la jerarquía militar, que es el de General de División. Así es señor Presidente –le dije- yo soy un soldado raso y aspiro el máximo puesto dentro de mi gremio. De inmediato el señor presidente ordenó mi nombramiento a la máxima categoría de mi especialidad, con una plaza de nueva creación. Quiero aclarar que esta satisfactoria circunstancia no la viví gracias al billete. No, de ninguna manera, siempre llevé presente las palabras de mi padre, quien cuando vio que mi fotografía apareció por primera vez en el billete de diez pesos, me manifestó lo siguiente: No quiero que comercialices con tu imagen, vive de tu trabajo. Lo cual hice a través de los 40 años que trabajé en educación.

Así que no tuve, ni he tenido ningún beneficio económico con relación a la fotografía del billete, solo la gran satisfacción de mi vida.

En el año de 1940 fui a la Feria Mundial de Nueva York, representando a México con bailes del Istmo de Tehuantepec y de la Huasteca. Viajé en varias ocasiones a la Isla de Cuba a impartir talleres de danza.
Fuente de información: OAXAQUEÑAS DE DEJARON HUELLA (MUJERES EN EL TIEMPO) de Dulce María Méndez/ biografía por: Guadalupe Padilla de Ortiz Monasterio.




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2020

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