Casa de la Cultura Oaxaqueña (CCO)

UBICACIÓN

La casa de la cultura Oaxaqueña se encuentra ubicada en la esquina de las calles González Ortega y Colon, esto en el centro Histórico de la ciudad de Oaxaca de Juárez, en lo que anteriormente fuera la iglesia de los 7 príncipes.

DATOS RELEVANTES

Fue a mediados de la década de los años 60 cuando el ex convento de los 7 príncipes fue restaurado y convertido en la Escuela de las Artes y Oficios de Oaxaca, en el año 1971 de decide cerrar la escuela debido al poco éxito alcanzado y el edificio es ocupado para la creación de la Casa de la Cultura Oaxaqueña, con ello se convierte una de las pocas Casas de la Cultura que existían en esos años en el país.
De acuerdo al periódico oficial del gobierno el 28 de noviembre de 1970 en el Suplemento 48, Tomo LII, se estableció el “Primer decreto de creación”.

El 12 de enero del 2005 a la institución se le otorgó una PERSONALIDAD JURÍDICA como organismo descentralizado, señalando en el Plan de Desarrollo Estatal, el camino a seguir para aplicar esfuerzos eficaces en beneficio de nuestra sociedad.

HISTORIA

Hace casi medio siglo, el historiador Luis Castañeda Guzmán podía describir el barrio de Los Siete Príncipes como la parte sureste de la ciudad donde "el señorial caserío pierde altura para confundirse con los campos de labranza".

Entre los indígenas que poblaban el barrio no faltaban los señores o caciques, que habían conservado los títulos de nobleza a cambio de predisponer a sus súbditos hacia los dominadores hispanos.

Para consolidar la evangelización de los nativos americanos, el clero fomentó ciertos privilegios entre esos líderes, sobre todo en los primeros años de la Colonia, a fin de promover entre los indígenas la adopción y preservación de la fe cristiana con el ejemplo de sus coterráneos más conspicuos.

Una de las medidas para imponer el catolicismo fue la creación de monasterios exclusivos para las hijas de los señores indígenas, como una forma de inculcar directamente entre las naciones indias el fervor cristiano.

A fin de fomentar estas separaciones y, al mismo tiempo, el adoctrinamiento de los nativos, afines del siglo XVIII, cuando la villa de Antequera hacía tiempo que había cambiado su título por el de ciudad de Oaxaca, tuvo lugar la erección del convento de Santa María de los Ángeles, en el cual fueron depositadas las "monjas cacicas" de la orden de las Capuchinas Descalzas.

Gracias al amplio estudio que el historiador Luis Castañeda Guzmán dedicó a esa fundación religiosa podemos saber que el templo original fue comenzado a construirse en 1730 o muy poco después, con fondos provenientes del legado de Lucas Núñez de Estrada.

Es incierto el tiempo que los vecinos del barrio y los religiosos emplearon en la construcción del adoratorio. Castañeda estimó que la conclusión del edificio ocurrió en algún momento entre 1755 y 1764, cuando Buenaventura Blanco y Helguero hizo la dedicación de la obra. Además el historiador puntó que durante el obispado de Anselmo Álvarez de Abreu (1765-1774) la iglesia de los Príncipes gozaba ya de importancia, sobre todo por el culto al Señor de los Trabajos.

El templo original de Santa María de los Ángeles, según los rastros que Castañeda Guzmán hizo en la arquitectura, debió caracterizarse por su sencillez. Sin embargo, el erigir el convento anexo al templo, en 1781, los diseñadores tuvieron que modificar la fachada de la iglesia y añadirle un portalón abovedado con un arco en la entrada. Este imponente añadido distingue a la edificación de las demás de su tipo en la ciudad de Oaxaca.

En 1860, el sacerdote oaxaqueño José Antonio Gay Castañeda regresó del seminario de Guatemala (donde se había ordenado) para fungir como capellán del templo de Santa María de los Ángeles, aunque la diócesis le ofreció puestos de rango más elevado, no quiso aceptarlos, para poder consagrarse al estudio.
En su gabinete de la capellanía de Santa María de los Ángeles redactó las investigaciones que publicaría en 1881, en un libro fundamental Historia de Oaxaca, obra pionera de la historiografía mexicana y que es fuente de consulta imprescindible.

Una a una, las últimas monjas descalzas indígenas fueron falleciendo, hasta que sólo quedó la abadesa, Sor María Teresa de Jesús, nacida en Ixtlán, quien sucumbió en 1908. En recuerdo de sus servicios a los republicanos, Porfirio Díaz dispuso que se le enterrara con solemnidad en el vacío claustro, tras de pasear su cuerpo entre las ruinas donde mantuvo su celo religioso.

Con la muerte de la última abadesa se dispersó el escaso patrimonio que restaba al convento. Inclusive una colección de piezas arqueológicas que las abadesas se habían transmitido de generación en generación, fue vendida por los parientes de la difunta superiora. A esto siguió la liquidación del propio inmueble conventual, que pasó a manos de particulares.

Castañeda Guzmán describe los estropicios que el monumento sufrió a manos de su propietario principal, el italiano Emiliano Brachetti, cuyos sucesores conservaron la propiedad hasta 1963. Por la codicia de Brachetti, la huerta del claustro fue estropeada, y el edificio fue rodeado de un "cinturón de miseria" al lotificarse los terrenos adyacentes.

En 1963, sin embargo, el gobierno adquirió los terrenos y el edificio del convento, a las señoras Irma Couttolenc Lundert y Beatriz Brachetti, para rescatarlo de la ruina. En dos años de trabajo empeñoso, la estructura fue limpiada y restaurada.

Desde 1971, el antiguo convento aloja la Casa de la Cultura Oaxaqueña. Lo que fue el curato de los Siete Príncipes es la sede del Archivo General del Estado. La estructura del curato se mantiene a salvo de la ruina y es de confiar en que así se mantendrá, con el espíritu que inspiró su fundación y su larga resistencia a los sismos, el descuido, la pobreza y el olvido. (FUENTES: Casa de la Cultura Oaxaqueña)

                                                              CURSOS Y TALLERES

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* Artes Escénicas
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* Talleres Alternativos
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